Y a mi que carajo me importa que se haya muerto, a fin de cuentas nunca se comporto como un verdadero padre, yo siempre había tenido algunas dudas sobre si ese señor lo era; aunque algunas personas que lo conocieron me lo dijeran y hubieran tratado de meterme eso en la cabeza, a mi no me terminaban de convencer aquellos argumentos. Pero ahora que lo pienso con más tranquilidad, creo que lo que me cegaba en aquel momento a aceptarlo, era un profundo resentimiento que guardaba muy dentro de mi sentir, pues no entendía como un padre podía abandonar a su esposa y a su hijo recién nacido, así pues, simplemente desaparecer durante años sin dejar rastro alguno, era algo que me costaba dolor y sufrimiento poder llegar a creer. Solo después de hacer muchas averiguaciones, pude calmar mi sed, mi gran deseo de conocer la verdad, y esa verdad era que, aquel sujeto, si había sido realmente mi padre, mi verdadero padre, lastima que solo llegué a conocerlo unos días antes de que se fuera de este mundo.
Era demasiado tarde para tratar de reconstruir nuestra relación, esa relación que tanto bien nos hubiera hecho a los dos, aunque creo que mas falta me hizo a mi porque después de todo, el había tenido otros hijos con los cuales compartió algunos años de su vida, pero conmigo no compartió, ni compartiría absolutamente nada, pues aquella fría tarde había fallecido aquel señor, mi padre. Pero bueno, como decía mi abuelita, nada se gana llorando sobre la leche derramada.
Llegue a la casa donde vivió sus últimos años, era una casa muy antigua, tal vez construida el siglo pasado, su mujer me atendió y me hizo subir a su dormitorio, me dijo que casi al final había estado preguntado mucho por mi, parece que uno de sus últimos deseos era volver a verme, sentí algo de pena al verlo allí muerto, tendido en su cama toda hundida, era una de esas camas de los años cincuenta, de esas en las que el catre se iba venciendo poco a poco hacia el centro, que iban adquiriendo la forma del cuerpo de su inquilino nocturno. En ese momento vino a mi mente el recuerdo de como odiaba yo el dormir en esas camas cuando era niño, todas las mañanas amanecía con un dolor intenso en la parte baja de la espalda. Luego cuando era ya un adolescente me preguntaba como seria tener sexo en una de esas camas, estoy seguro que era una experiencia en gran parte frustraste, pues finalmente los amantes apasionados, terminaban el acto animal hundidos en los huecos de la cama, sin poderse haber dado por lo menos un par de vueltas a su libre albedrío. En una de esas camas yacía el cuerpo de aquel hombre totalmente rígido, como decía mi amigo Dante, estaba mas duro que pata de perro envenenado. Estaban esperando que llegaran los hombres que traerían el ataúd para llevarlo al velatorio, allí se le daría el último adiós.
Al pobre viejo se le había parado el corazón de un momento a otro, pero que otra cosa mas se le podía parar a sus años, dicen que ni siquiera se había animado a probar algo de viagra, ni el trago de siete raíces negras que servían en el famoso bar selvático del barrio de Lince, decía que esas cosas ya no eran para el, que ya tenía reservas para rato, estoy casi seguro que después de abandonarnos se había dedicado a tirarse a cuanta falda se le cruzaba.
De pronto un ruido me distrajo, tocaban la puerta de la calle, tal vez eran los de la agencia funeraria trayendo el ataúd; baje apresurado a abrir, pero no eran ellos, era una señora, me dijo que era la vecina que venía a acompañar a la familia en el dolor, y a ver si podía ayudar en algo, aunque mas parecía que venia a curiosear para tener las primicias en el barrio, parece que esta vecina tenía la fama de ser recontra chismosa; a mi personalmente esa gente con el trato hipócrita no me gustan pero nada, apenas te volteas te clavan la daga, prefiero a la gente franca, pero bueno, en aquel momento había que comportarse diplomáticamente. La mujer estaba vestida con un traje azul marino, se veía ya bastante gastada la tela, seguramente a falta de negro se había puesto aquel azul, eso de la ropa negra me daba igual, pero a la gente antigua si le importaban mucho esos detalles; a mi me gustaría que cuando yo me muera se haga una gran fiesta para celebrar mi partida, eso se debería hacer siempre y no sentarse a llorar desconsoladamente, pero bueno, uno debe respetar las costumbres tradicionales de cada sociedad sin importar las innovaciones que alguien pudiera aportar, mi única oportunidad de modernizar tal vez vendría cuando yo muriera, mi deseo seria que el día de mi entierro debería haber una gran pachanga, con baile y todo.
Roberto se llamaba el difunto. Durante algunos días previos a su muerte conversaba conmigo, decía que yo tenía el arte de saber escuchar a la gente, que en lugar de ser mecánico de autos debería haber sido psicólogo o cura, o algo por el estilo, pero nunca paso eso por mi cabeza, siempre me encanto la idea de ser mecánico, amaba los fierros, para mi era un mundo fantástico; recuerdo que cuando era niño arreglaba todos los juguetes del barrio, aunque algunas veces también venían muchachos de otros distritos atraídos por la fama que ya tenía; al principio me costaba un buen tiempo armarlos nuevamente, pero poco a poco fui tomando destreza en el asunto, lo hacía con gran placer, y con especial cariño reparaba los juguetes de Carola, recuerdo como me gustaba esa chica, lo nuestro fue amor a primera vista; ella tenía solo 12 años y yo 13, yo era muy tímido como para decirle que me gustaba, pero creo que ella percibía algo en mi comportamiento, después llegue a pensar que inclusive malograba a propósito sus juguetes para venir a verme con el pretexto de que se los arreglara, por mi parte yo me demoraba mas de lo normal en reparar los de ella, mas bien la hacia venir por lo menos una vez al día para que viera como los iban armando, me gustaba tenerla a mi lado y sentir su respiración, su olor, era una sensación indescriptible. Ay carajo, que tiempos aquellos, cuando uno recién va descubriendo aquellos sentimientos de atracción hacia alguien del sexo opuesto, aquellos momentos que solo quedan grabados como un lejano recuerdo. Como me hubiera gustado tener a mi padre o a un hermano mayor en ese momento de mi vida, alguien que me aconsejara como enamorar a una mujer, como comportarme frente a ella, siempre andaba soñando despierto, pero finalmente concluía en que me debía conducir tal como mis sentimientos me lo indicaran, hasta hoy creo que es lo mejor.
Los años fueron pasando y aquel verano cuando cumplí los 14 años hable con el dueño de un taller de autos para que me diera la oportunidad de ser su aprendiz, al parecer le caí bien porque me acepto inmediatamente, me dijo que iba a estar a prueba un par de semanas y que si veía talento en mi, y además me portaba bien, me dejaría continuar trabajando con el en el taller, en ese momento me sentí tan feliz que me olvide de todos mis problemas y empece a soñar nuevamente, tanto que hasta se me aflojo el estomago y me tuve que encerrar en el baño hasta que la emoción pasara, que huevada. Poco a poco fui aprendiendo a desarmar y armar los motores y otras partes de los autos que llegaban al taller, era un mundo íntegramente apasionante para mi.
Los años seguían pasando y mi temprana atracción por Carola había seguido creciendo con el pasar de los años; cuando ella cumplió los 15 años me invito a la fiesta que le harían sus padres, asistí con mi mejor traje, hacia mucho tiempo que no entraba a su casa, pues yo andaba muy ocupado con los motores y ella con sus últimos años escolares. Cuando Carola me vio entrar a su casa se acerco a saludarme y a darme la bienvenida, estaba mas hermosa que nunca, se había puesto un vestido rojo que hacía aún mas hacer resaltar su figura escultural, de solo verla ya dejaba volar mi cochina imaginación, aquella noche soñaría con ella, primero en el baño y luego en mi cama.
Al día siguiente la llame por teléfono para saludarla y agradecerle por la invitación, aunque la verdad es que la estaba llamando porque había quedado totalmente impresionado y quería invitarla a salir conmigo, pero no me atreví, no se que carajo me pasaba que no me salían las palabras cuando la quería invitar, me convertía en el tipo mas torpe, aunque dicen que mientras mas te guste una mujer mas bruto te pones; pero no me rendí y al día siguiente la volví a llamar y esta vez si me atreví y le pedí que aceptara mi invitación de salir juntos el fin de semana, tal vez podríamos ir a comer a un buen restaurante. Aquellos días previos a la salida fueron los mas raros de mi vida, yo no tenía gran experiencia con chicas, casi no había salido con nadie y eso me tenía muy preocupado, finalmente decidí que me debía comportar como lo sintiera en ese momento, asunto arreglado. Aquel sábado la fui a recoger en mi auto a su casa, esta vez ya no estabamos vestidos tan formalmente, ella estaba con una falda corta de cuero negro y una blusa de seda del mismo color, sus cabellos largos y ensortijados armonizaban perfectamente con su figura exquisita. Mi auto la impresiono mucho, era un clásico de la década del sesenta que yo como buen amante de los motores conservaba en perfecto estado, aquel Ford Mustang rojo del 66 era uno de mis mas preciados tesoros. Subimos al auto y apenas arranque empezamos a conversar, nos conocíamos tantos años y sin embargo casi no nos habíamos visto en la ultima época; cuando se sentó en el auto, se le templo la pequeña falda de cuero y no pude evitar mirar sus piernas, me puse muy nervioso, que me estaba pasando?, me empezaron a sudar las manos y no podía hacer bien los cambios, pero poco a poco me fui relajando con la amena conversación que íbamos tejiendo. Ya en el restaurante Griego nos acomodamos en una mesa para dos ubicada en una esquina muy romántica, lo primero que nos trajeron fue un aperitivo típico delicioso como para irnos ambientando, era algo parecido al anisado; Carola estaba estudiando para ser diseñadora de interiores, me contó de lo que iba aprendiendo en el instituto y me pareció muy interesante, pero de rato en rato me distraía para observar sus facciones, sus labios gruesitos, su pequeña nariz, sus ojos azules que me tenían hipnotizado, yo como era costumbre casi ni hablaba, solo decía lo necesario, la cena estuvo bastante buena, nos encantaba la comida griega, es muy sabrosa y bien condimentada, hay sabores muy parecidos a nuestra comida peruana.
Después fuimos al mirador de la playa, uno de los lugares mas románticos de la ciudad y allí sin pensarlo mucho le declare a Carola lo que sentía por ella desde hace varios años, ella me quedo mirando y me dijo que ella también sentía lo mismo por mi pero que yo nunca me le había declarado, simplemente sin comentarios. Nos dimos nuestro primer beso, que maravilloso, que sensación la que se siente cuando uno besa a alguien que te atrae dulce y apasionadamente.
Los meses siguientes fueron los mejores, salíamos casi todos los dias, hablábamos mucho, sobre lo que pensábamos, sobre nuestros gustos, sobre lo que esperábamos de la vida. Luego de estar un año como enamorados decidimos ser novios y planear casarnos para formar una familia y tener hijos. Seis meses mas tarde nos casamos y fundamos nuestro hogar, decidimos vivir en las afueras de la ciudad donde había mas tranquilidad, a veces el acelerado ritmo de la gente de la ciudad terminaba contagiándote y creíamos que para iniciar nuestra familia deberíamos tener mucha paz a nuestro alrededor. Nos llevo muy poco tiempo el adaptarnos el uno al otro, pensamos que la gran comprensión que teníamos en la cama era el gran secreto del éxito de nuestro matrimonio, Carola era súper complaciente en el sexo, no recuerdo que hayamos pasado una noche aburrida, y yo no me quedaba atrás, la verdad es que esto sumado al gran atractivo físico que sentíamos el uno por el otro hacia que nuestras noches fueran de lo mas apasionadas, los libros y videos de poses eran obsoletos para nosotros, muchas veces llegue a pensar seriamente en que nosotros debimos haber escrito uno propio, libres de estúpidos perjuicios. Eso si, la música era uno de nuestros principales ingredientes, me atrevería a decir que sin música no había sexo, para nosotros eran dos artes ligadas una a la otra, unas veces música barroca, las cuatro estaciones de Vivaldi era algo que nos encantaba, el adagio de Albinoni es excelente para empezar decía Carola, otras veces un poco de jazz con un saxo alto, o alguna buena voz cantando baladas romanticonas, el disco lo poníamos en opción repetir y este daba vueltas indefinidamente, que momentos tan deliciosos. Podían pasar varios días sin que salgamos del dormitorio, para simular la noche tapábamos las ventanas con gruesas toallas o frazadas, todo se convertía en placer y música, solo salíamos de allí para buscar algo de comer en la cocina, cualquier cosa que no nos quitara mucho tiempo preparar, una tortilla o alguna lata eran nuestros platillos preferidos en esos momentos. También salíamos para ir al cuarto de baño si es que era solo estrictamente necesario, si alguien nos venia a buscar no contestábamos y el teléfono lo desconectábamos, sencillamente el mundo de afuera no existía, el mundo éramos solo nosotros dos, no había mas.
Ahora que han pasado algunos años y estoy solo, recuerdo aquellos momentos con gran nostalgia, Carola ya no esta mas conmigo, una penosa enfermedad se la llevo para siempre de mi lado, fueron momentos muy duros, el verla irse consumiendo me deprimía en extremo pero tenía que disimularlo hasta que finalmente, se fue.
Cuando esto paso estuve recluido por un tiempo en mi casa, no quería ver a nadie, me deje crecer la barba y casi no comía, me puse muy delgado, baje como 20 kilos. Pero como nada es eterno, el tiempo fue curando mi tristeza y un buen día decidí salir nuevamente a encarar al mundo. Siempre he pensado que la vida es sabía y todo sucede por algo, positivo por supuesto. Luego de meditar un tiempo decidí dedicar el resto de mi vida, o de lo que me quedaba de ella a hacer principalmente dos cosas.
A través de internet abriría un portal dedicado a ayudar a las personas que no habían visto a sus padres en varios años y que les habían perdido por alguna razón el rastro. Fui creando una cadena que ayudo a muchas personas a encontrar a sus padres. Brindar esa ayuda me causaba extrema alegría, me sentía identificado en cierta forma con ellos, pues yo crecí sin mi padre y les puedo asegurar que no fue nada agradable. Pero el dolor que seguía sintiendo por haber perdido a Carola era tan fuerte que mi vida no había vuelto a ser la misma, empecé a llorar como un niño, desconsoladamente, de pronto alguien toco mi hombro suavemente y me empezó a sacudir, me volteé para ver quien era, y era Carola que me decía que me tranquilice.
Todo había sido un mal sueño, conforme fui despertando me iba sintiendo tan aliviado al ver que todo había sido, no un mal sueño, sino una gran pesadilla. Cámbiate, me dijo mi amada Carola, abajo están todos esperándote para tomar desayuno. Me tire de la cama rápidamente y después de ducharme y cambiarme baje para compartir la mesa con mis hijos y mis padres que acababan de llegar de un viaje de placer por varios países de Europa, me quede mirándolos a todos y especialmente a mi querida esposa, jure que nunca mas volvería a comer en exceso de noche, no quisiera volver a tener un mal sueño como el de anoche. Ese, les puedo asegurar, fue uno de los mejores desayunos de mi vida.
César Peredo, 2002
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